En la Ilíada, el vino aparece como un elemento central en la cultura y vida cotidiana de los héroes y dioses griegos, reflejando no solo sus costumbres, sino también valores y prácticas sagradas. En varios pasajes, el vino se consume en banquetes previos a la batalla, donde héroes como Aquiles, Agamenón o Áyax, al compartir la bebida, consolidan su camaradería y se fortalecen mental y físicamente para la guerra. Este consumo grupal no solo representa un momento de unión, sino también un ritual que prepara a los guerreros para el combate.
Asimismo, el vino es usado como ofrenda en rituales religiosos, reforzando la relación entre los hombres y los dioses. Estos sacrificios y libaciones muestran la importancia del vino como puente entre el mundo humano y lo divino, especialmente en momentos de crisis o celebración. Además, en los funerales, el vino también aparece como símbolo de reconciliación y reflexión, siendo bebido durante los homenajes a los caídos, como ocurre en el funeral de Patroclo. Esto destaca el rol del vino como un elemento casi sagrado y esencial en momentos de paz y tregua.
Por último, los textos se refieren al vino como “oscuro como la sangre” o “bebida divina”, resaltando su simbolismo dual, tanto de vitalidad y energía como de mortalidad. Esta dualidad da al vino un rol poderoso en la narrativa, haciendo eco de la naturaleza compleja de la guerra y la vida en la antigua Grecia
En la Ilíada no se cuenta toda la guerra de treinta años de Grecia contra Ilión, que era como le decían entonces a Troya; sino lo que pasó en la guerra cuando los griegos estaban todavía en la llanura asaltando a la ciudad amurallada, y se pelearon por celos los dos griegos famosos, Agamenón y Aquiles. A Agamenón le llamaban el Rey de los Hombres, y era como un rey mayor, que tenía más mando y poder que todos los demás que vinieron de Grecia a pelear contra Troya, cuando el hijo del rey troyano, del viejo Príamo, le robó la mujer a Menelao, que estaba de rey en uno de los pueblos de Grecia, y era hermano de Agamenón. Aquiles era el más valiente de todos los reyes griegos, y hombre amable y culto, que cantaba en la lira las historias de los héroes, y se hacía querer de las mismas esclavas que le tocaban de botín cuando se repartían los prisioneros después de sus victorias. Por una prisionera fue la disputa de los reyes, porque Agamenón se resistía a devolver al sacerdote troyano Chrysés su hija Chryséis, como decía el sacerdote griego Calcas que se debía devolver, para que se calmase en el Olimpo, que era el cielo de entonces, la furia de Apolo, el dios del Sol, que estaba enojado con los griegos porque Agamenón tenía cautiva a la hija de un sacerdote: y Aquiles, que no le tenía miedo a Agamenón, se levantó entre todos los demás, y dijo que se debía hacer lo que Calcas quería, para que se acabase la peste de calor que estaba matando en montones a los griegos, y era tanta que no se veía el cielo nunca claro, por el humo de la piras en que quemaban los cadáveres.
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